PÁGINAS AL VIENTO  -  Pinceladas de tinta           PANEL CENTRAL

A propósito de letras

Vicente Herrera Márquez

 

Hoy, aunque a muchos no les guste lo que voy a decir, o hasta puede que lo encuentren pedante y de mal gusto, quiero con palabras escritas decir lo que pienso y siento y si a algún lector le molesta ruego me perdone, pero no quiero disfrazar ni esconder palabras, pues ya estoy bastante viejo, usado y desgatado, para eso.

Nunca voy a considerar y menos corregir una idea de un semejante, manifestada en cualquier idioma, cualquier lenguaje o cualquier modo de expresión,  como algo equivocado, erróneo o sin fundamento, pues cada uno es dueño de pensar, idear y exponer lo que estime conveniente. Todas las ideas y pensamientos  caben en las páginas de la gran enciclopedia del conocimiento humano, o lo que hoy también podríamos  decir: todos podemos ocupar un lugar en el disco duro que guarda el conocimiento universal. Esto no quiere decir que a todas las comparta o no y las aplauda o no, aunque muy bien sé que habrá muchas que compartiré, sólo quiero decir que siempre respetaré la independencia de mis semejantes en el devenir y en el actuar en el mundo que vivimos; sólo pediría que quien comparte y aporta  ideas sea  claro en su forma de exponerlas y a la vez consecuente con ellas, como también tolerante y respetuoso  con las ideas y pensamientos de sus congéneres.

En lo personal a mí me gusta que todo aquel que lea mis letras, sean estas  en prosa o poesía, entienda, comprenda y ojalá sienta lo que escribo. Para ello uso las palabras simples, sencillas y conocidas que me enseñaron mis primeros maestros. No busco términos rimbombantes y/o metáforas que escapen al entendimiento del común de los lectores, pues para mí la élite de lectores no está en la minoría seudo ilustrada, sino que en la mayoría de los que buscan saber algo más, entender un discurso, entretenerse llenando el tiempo con letras escritas  y sobre todo leer un escrito que exprese claramente lo que están leyendo. Y para ello sé que no debo usar palabras disfrazadas de grandilocuencia o exquisita verborrea que dificultan los caminos del saber.                                                                    Nuestro idioma castellano  es rico en verbos y adjetivos,  extenso en formas de decir, y amplio para evitar equivocarse o para tratar de disfrazar el discurso con palabras “bonitas”, pero muchas veces vacías que dicen poco,  o desconocidas para el común de los lectores.

Aunque sé que muchos tendrán otro concepto de la libre escritura, desde mi punto de vista, quizás particular y mezquino, la verdadera escritura, sea esta prosa o poesía es aquella que se lee, entiende e interpreta sin tener que acudir al diccionario, salvo en textos especializados, técnicos, científicos o escritos para grupos o élites específicas.

Y pensando en letras y lectores, antes que me olvide o antes que por algún motivo tenga que alejarme, quiero decir que cuando escribo algo en lo que manifiesto una idea o me atrevo a postular una tesis en ningún caso pretendo pontificar y mucho menos desconocer o denostar las ideas y/o creencias de otras personas, solamente quiero manifestar mi propio pensamiento. También quiero dejar estampadas con letras perdurables mi más sincero agradecimiento a todos aquellos lectores, mujeres y hombres, que en algún momento me han regalado una pincelada de su tiempo para leer mis letras, y doble agradecimiento para aquellos que amablemente  agregan un comentario.

Por otro lado quiero aprovechar la ocasión para manifestar lo siguiente: Nunca envío un aviso anunciando que he agregado o publicado algún escrito, ni siquiera a los  amigos virtuales, puesto que pienso que a quien le guste leer buscará en las páginas afines que estén  en el lugar más visible del pasillo por donde los lectores amigos debieran pasar. Considero que si envío un aviso con ello de alguna manera obligo o comprometo a leer y por ende a que quisiera obtener de ellos un comentario.

Me gusta que me lean, es más, quiero que me lean, pero en forma libre, sin anunciarlo y sin pedirlo. Por eso mis letras que llenan páginas, prefiero que estén  expuestas  en el anaquel de una librería de libros viejos, en una vitrina de objetos perdidos, en una feria callejera o en una página virtual, para que allí, buscadas o por casualidad, las encuentre el peatón curioso, el lector ocasional, el lector libre empedernido o el navegador virtual.
Por eso es también que éste es el único lugar en el que expongo mis escritos. Si en Internet encuentran letras mías en otras páginas es por deferencia de sus dueños o administradores que agregan, sin yo saberlo, trabajos míos – lo cual agradezco cuando tienen la amabilidad de incluir el nombre del autor o la fuente de donde obtienen el escrito - Y también, por supuesto, encontraran todo lo que escribo en las páginas que son de mi propiedad.

Si alguien tiene la amabilidad de tomar al azar mis páginas, del anaquel  virtual o se agacha para hojear un libro que espera en la vereda,  ese lector para mi vale infinidad de veces más que aquel que me lee porque le avisé que he agregado algo en una página o he publicado un libro; y no importa que me diga que ha leído o emita un comentario benevolente o de crítica, si lo hace lo agradezco sea como sea, pues la benevolencia verdadera alimenta el ego y la crítica bien intencionada enseña.  Y eso vale, y  estoy seguro que todo escritor, aunque no lo diga, espera que así sea.

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Incluido en el libro: Pinceladas de tinta, inquietudes, divagaciones y otros.
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